“Cambia lo que haga falta, pero no rompas lo que funciona. El refactor no destruye: revela.”
En el camino del desarrollo artesanal, hay un momento en que el proyecto deja de ser una hoja en blanco. Aparecen los atajos, los "esto lo hacemos rápido y lo arreglamos después", las decisiones tomadas con prisa pero con buena intención. Y ahí, cuando todo sigue funcionando, pero empieza a crujir, llega el momento del refactor.
El refactor no es reescribir. No es tirar todo abajo para empezar de nuevo. Es mirar lo que ya está con ojos de hoy, entender lo que hizo falta en su momento, y decidir con cuidado qué conservar, qué mejorar y qué dejar ir.
Refactorizar no es lo mismo que improvisar. No se trata de abrir el editor y empezar a mover cosas "porque esto se ve feo". En Anfibic lo tratamos como un acto de investigación.
¿Qué quiso hacer quien escribió esto?
¿Qué contexto tenía?
¿Qué riesgos se esconden en este cambio?
El código es comunicación. Y refactorizar es como releer una carta vieja con una lupa: te das cuenta de cosas que antes pasaron desapercibidas. Por eso, antes de modificar, dedicamos tiempo a entender. Solo así el refactor no rompe magia, sino que la afina.
Una de las razones por las que amamos Laravel en Anfibic es porque invita al orden. Su filosofía expresiva nos permite aplicar patrones de refactorización sin fricción.
Algunos ejemplos reales del día a día:
Separación de responsabilidades
Un controlador que hace de todo puede parecer eficiente... hasta que hay que modificarlo. Refactorizarlo puede implicar:
Extraer procesos a Jobs o Listeners
Si un método realiza múltiples tareas encadenadas — enviar un mail, guardar un log, actualizar estadísticas — lo separamos en Jobs o Event Listeners.
Esto hace que cada parte sea testeable, desacoplada y reutilizable.
Claridad semántica con nombres bien puestos
Refactorizar también es nombrar mejor. Renombrar un método de process() a applyDiscountsToCart() cambia todo. Laravel, con su estructura de rutas, modelos y controladores, alienta esa semántica explícita.
“Pero si ya funciona, ¿por qué tocarlo?”
Buena pregunta. Porque lo que funciona hoy puede ser un obstáculo mañana.
Cuando refactorizamos, no lo hacemos por estética. Lo hacemos porque:
En proyectos de largo plazo (y Anfibic trabaja muchos así), el refactor es lo que permite que sigamos creciendo sin necesidad de reconstruir todo cada dos años.
En este taller digital que es Anfibic, refactorizar no es un lujo. Es una rutina, casi un ritual. No lo hacemos porque tengamos tiempo extra, sino porque sabemos que ahorra tiempo en el futuro.
Es como afilar una herramienta antes de tallar: toma unos minutos, pero evita arruinar la pieza entera.
El cliente muchas veces no ve el refactor. No es una nueva pantalla ni un botón más bonito. Pero está ahí. Es lo que permite que el proyecto crezca, se adapte, sobreviva a sus propios cambios.
En El Camino del Artesano, refactorizar es como cuidar el suelo antes de sembrar. No se nota… hasta que florece.
Usamos cookies de terceros con fines analíticos, en resumen solo usamos las cookies de Google Analytics para poder analizar nuetro tráfico.